Después que se ha ingerido la comida regular debe dejarse que el estómago descanse cinco horas. Ni una partícula de comida debe ser introducida en el estómago hasta la siguiente comida. En este intervalo el estómago efectuará su trabajo y estará entonces en condición de recibir más alimento.
En ningún caso deben las comidas ser irregulares. Si el almuerzo se ingiere una o dos horas antes que de costumbre, el estómago no está preparado para la nueva carga, pues todavía no ha despachado la comida anterior, y el organismo no dispone de energía para una nueva tarea. Así los órganos quedan recargados.
Tampoco deben demorarse las comidas por una o dos horas, a fin de acomodarse a las circunstancias, o para que pueda realizarse una cantidad de trabajo. El estómago exige el alimento a la hora de costumbre. Si la familia se atrasa, disminuye la vitalidad del organismo, y finalmente baja tanto que el apetito desaparece por completo. Si se ingiere entonces una cantidad de comida, se imposibilita para asimilarla y el alimento no puede convertirse en buena sangre.
Si todos comiesen a horas regulares y no ingirieran nada entre horas, estarían bien dispuestos para la próxima comida, y hallarían placer al ingerirla, lo cual compensaría sus esfuerzos.